lunes, 5 de diciembre de 2011
LA MENTE: UNA HERRAMIENTA DE NUESTRA VERDADERA IDENTIDAD
La mente no somos nosotros. La mente es una extraordinaria herramienta que podemos utilizar para múltiples funciones. Forma parte de nosotros, pero no es nosotros. Sin embargo, solemos comportarnos como si fuese así, y la propia mente actúa como si ella fuese nuestra verdadera personalidad, nuestro verdadero yo. Y no es así en absoluto.
La mente existe como sirviente de nuestra alma, de nuestra esencia más íntima. El éxito, la felicidad y la prosperidad son resultado de nuestro control sobre la mente. Cuando la mente se alinea con el alma, percibe cada uno de los pensamientos estimulados desde nuestro verdadero yo y genera una respuesta. Eso es lo contrario que cuando se alinea con las emociones, las proyecciones, los apegos, etc., y el pensamiento se puebla de juicios falsos o inútiles, creando emociones incontroladas o negativas que desperdician nuestra energía y nuestra salud.
Estas emociones se vuelven deseos que nos llevan a actuar de forma impulsiva e inapropiada, creando consecuencias en otras personas y en nuestra vida que nos perjudican. Este proceso nos hace sentir que no tenemos control sobre nosotros o nuestra realidad. Pero si somos capaces de controlar la mente y alinearla con las necesidades de nuestra esencia, la paz interior y exterior están garantizadas.
¡Cuánta energía emocional ahorraríamos si pudiésemos controlar la mente! En el punto donde la emoción se vuelve deseo, tenemos el poder de decidir si esa emoción o ese pensamiento son nuestros o no, si nos identificamos y apegamos a ellos. Aquí es donde podemos aplicar la meditación, que permite observarnos dentro de un ambiente interior neutro y no identificarnos con aquellos pensamientos que nos pueden dañar.
Nuestra esencia está acompañada de la mente a lo largo de su vida. La mente forma parte de nuestra naturaleza, y funciona en tres niveles diferentes: el primero es sutil, neutral y puro. El segundo es apasionado, activo, incitador, transformador. El tercero es pesado, confuso, lento, persistente. Abundando más en la idea de estos tres niveles, podemos deducir que la mente se divide en unas determinadas partes y funciones:
La mente buddhi, que percibe lo real, discierne lo real de lo falso, valora la neutralidad y juzga en relación con las leyes del universo.
La mente ahangkar (ego, el yo pequeño), es la parte relacionada con la identidad y los vínculos.
La mente manas. Es la mente menos desarrollada, la sensorial, que rige también las reacciones subconscientes y el bagaje almacenado del pasado.
Asociada a cada pensamiento, la mente toma una combinación particular de estas cualidades, que es el resultado de las capacidades mentales de cada individuo.
Características básicas de la mente:
1º. La mente es automática. La mente es rápida y genera más pensamientos que los que podemos manejar, por lo que constatamos que “no somos lo que pensamos”: tu mente piensa, no tú. Tú eres conciencia en ti mism@, no en todos estos pensamientos.
2º. La mente está siempre en movimiento, pues si se para no puede funcionar de nuevo. En la mente tenemos pensamientos y sentimientos de todo el Universo y de las personas con las que tenemos más relación.
3º. La mente funciona mejor con los contrastes. Busca polaridades (bueno o malo, etc.), compara y clasifica en blanco o negro, positivo o negativo, etc.
4º. La mente es tan material como el cuerpo, aunque mucho más sutil. La mente es estructura, proceso y energía que deja que la conciencia opere y se manifieste. Puedes influir en ella con la respiración, la meditación, el ejercicio o con tu propio pensamiento.
La mente en sí misma no se detiene. Lograr el punto de calma es una de las herramientas esenciales para observarnos hacia dentro. Y para eso tenemos la técnica: respiración, mantras, meditación... El alma tiene una presencia que induce a la mente a servirle, liberando pensamientos alineados con su verdadera intención. Sin embargo, la mente tiene apegos e influencias del pasado, y es una mezcla de acciones y reacciones.
Necesitamos ser capaces de influir en nuestra mente sin caer atrapados en ella, controlar todas sus facetas para que la mente perciba cada pensamiento con claridad y alineada con nuestra esencia. El resultado es la efectividad, la paz interior y exterior, y el despertar de la intuición.
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