domingo, 11 de marzo de 2012

LOS CUENCOS DE CUARZO: TONOS PUROS PARA SANAR CUERPO, MENTE Y ALMA



Los Cuencos de Cuarzo son vasijas hechas de cristal de cuarzo puro, que al tocarse emiten una vibración de una frecuencia muy alta traducida en notas musicales y octavas armónicas que desencadenan equilibrio y corrección en la vibración de los Chakras y el aura.
La sustancia que se utiliza para elaborar los cuencos es una arena existente en muchas partes del mundo, llamada “arena silícea”, que es cuarzo puro en forma natural. Se vierte la arena en un molde centrífugo, y en el centro de ese molde se enciende un fuego de muchos miles de grados centígrados. Esta alta temperatura integra todas las partes individuales de la arena en un objeto unificado.

El cuarzo actúa como oscilador, magnificando y transmitiendo un sonido puro. Los tonos puros del cristal de cuarzo también tienen efecto en la actividad de las ondas cerebrales, lo que permite viajar a estados de conciencia elevada, con mayor discernimiento y claridad. Al escucharlos, se activan varias partes del cerebro, ayudando a liberar hormonas y agentes neuroquímicos que pueden aliviar dolor, no sólo físico sino también emocional, fortalecer el poder de la voluntad, activar los talentos creativos, y superar adicciones.
El sonido del cuarzo también limpia las energías o vibraciones distorsionadas en una habitación, y actúa como medicina vibracional, ya que la enfermedad o padecimiento se caracteriza como un bloqueo en los canales de energía, arterias, venas o nervios.

Las tradiciones más antiguas de Oriente poseían una concepción holística y global del ser humano y consideraban que los males del cuerpo tenían una raíz más profunda, basada en una desarmonía energética de la persona. Su concepción del universo se aproximaba a los modernos avances del actual conocimiento científico. Y para ellos, el espíritu era el elemento esencial, subyacente a todas las cosas, que en última instancia no son sino energía. De hecho, los últimos descubrimientos en Física Cuántica revelan que ya no es posible hablar de una partícula de materia esencial e indivisible como hasta ahora se había creído, sino de un vacío del que surgió la primera partícula. Es decir, una partícula de energía vibrante que al condensarse, al vibrar en otra frecuencia, hizo surgir la materia.

Los antiguos parecían saber que todo en el universo vibra. Pitágoras afirmaba ya que "cada cuerpo celeste, cada átomo, produce un sonido particular debido a su movimiento, ritmo o vibración. Es más, todos esos sonidos o vibraciones componen una armonía universal en la que cada elemento, sin perder su propia función y carácter, contribuye a la totalidad". Lo cual incluye al cuerpo humano. Cada célula y cada órgano de nuestro cuerpo vibran continuamente a una determinada frecuencia. Así, cuando un órgano está sano su frecuencia vibratoria está en armonía con el resto del cuerpo; pero si esa frecuencia se altera se rompe la armonía y aparece lo que conocemos como enfermedad.

También sabemos hoy, por el principio de resonancia, que es posible modificar estas frecuencias alteradas a través de la transmisión de otras frecuencias. Y eso es lo que convierte al sonido en un proceso terapéutico capaz de abrir la puerta al equilibrio físico, emocional, mental y espiritual. Jonathan Goldman explica en ese sentido (en su libro Sonidos que sanan) que "por medio de la resonancia es posible que las vibraciones de un cuerpo alcancen a otro y lo pongan en movimiento. Algo que puede observarse fácilmente, por ejemplo, cuando una cantante rompe una copa con su voz. Lo que ocurre es que la voz de la cantante puede igualar la frecuencia de resonancia del cristal provocando así su vibración."A fin de cuentas, las sustancias cristalinas están presentes en todo el organismo: en los huesos, en la sangre, en el cabello, en la piel, en las uñas y hasta en los dientes. Es más, nuestro ADN se estructura en una doble espiral muy similar a la del cristal de cuarzo. Hay cuatro moléculas de sílice (cuarzo) en cada una de nuestras células, y también están presentes en la estructura líquida del cerebro. Todo lo cual hace que tengamos una gran resonancia con los cristales.

Los cuencos de cuarzo, pues, contienen un poder que va mucho más allá de la mera musicalidad, y que requiere tanto de nuestra apertura consciente para ser percibido como de la correcta disposición e intención para ser utilizado. De hecho, producen una onda sinusoidal pura y crean un sonido multidireccional que se expande hasta un kilómetro de distancia y puede durar varios minutos antes de extinguirse. Y su sonido envuelve el cuerpo como una ola, proporcionando una experiencia similar a un masaje enormemente sutil o a una profunda y serena meditación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario