Los chakras son vórtices o remolinos de conciencia y energía que enlazan las distintas partes del ser humano. No obstante, los chakras tienen también una total vinculación con el cuerpo físico, de manera que están asociados con los plexos nerviosos y glándulas endocrinas más importantes. En este hecho están basadas muchas prácticas de Yoga, que actúan sobre plexos y glándulas, consiguiendo así estimular los chakras.
Entre otras cosas, los chakras determinan el punto de evolución del ser humano, y actúan directamente sobre el cuerpo físico por medio del sistema endocrino. El sistema endocrino, a su vez, controla las siete zonas principales del cuerpo físico y es responsable del correcto funcionamiento de todo el organismo, produciendo efectos fisiológicos y psicológicos mediante la segregación de hormonas y otras sustancias inyectadas directamente en el sistema sanguíneo. Las glándulas endocrinas como la tiroides, las suprarrenales, el páncreas o la glándula pituitaria, constituyen un gran sistema vinculador dentro del cuerpo; ponen todas las partes del cuerpo físico en mutua relación y también relacionan a la persona con sus patrones energéticos y con la corriente sanguínea, el portador de la vida a todas las partes del cuerpo.
Ningún chakra trabaja solo. Los siete principales configuran un todo, un conjunto holístico e integral que no conoce el aislamiento de una de sus partes. Cada chakra posee un tipo de energía. Y aunque los siete tipos de energía están siempre presentes, y cada chakra ocupa su sitio y función, lo que cambia es el chakra o los chakras que predominan, el orden interno, la proporción de equilibrio y desarrollo global, sumando y teniendo en cuenta el equilibrio y desarrollo de cada chakra por separado.
El origen de la enfermedad suele ser multifactorial, lo que quiere decir que se deben dar varios factores para que ésta se produzca. Entre esos factores, el aspecto energético y emocional, o su origen psicológico, es el primero a tener en cuenta.
Síntomas y enfermedades, y manifestaciones físicas de conflictos psicológicos, no son otra cosa que la punta del iceberg. La causa verdadera de una enfermedad está profundamente escondida en nuestra conciencia, porque si el problema o conflicto psicológico que causa la enfermedad formara parte de nuestra conciencia, no enfermaríamos. La enfermedad, no obstante, saca al exterior lo que estaba escondido. El que busca verdaderamente una solución a su enfermedad tiene que ir hacia su interior para sanarse. Cuando una persona sufre un desequilibrio en su interior más profundo, se manifestará en su cuerpo como un síntoma o una enfermedad. Es un mensaje del alma, que nos avisa que tenemos que hacer un cambio en algún ámbito o aspecto.
Si nos limitamos a tomar un calmante, puede que funcione o puede que no, pero no estaremos curándonos; sencillamente estaremos utilizando un medicamento de forma paliativa, y con ello no evitaremos que próximamente volvamos a padecer otros ataques de migraña u otras contracturas musculares, por ejemplo.
El desafío al que nos enfrenta la enfermedad es el de hacer un examen de conciencia, para poder finalmente descubrir de qué forma estamos mejorando como personas, de qué forma nos estamos haciendo completos, o qué valor positivo nos está aportando la enfermedad. La sinceridad para con uno mismo es una de las más difíciles peticiones que el ser humano puede hacerse. El síntoma y la enfermedad ponen en evidencia cuestiones reprimidas y ocultas, y por tanto nos hacen más abiertos y vulnerables. De algún modo, nos devuelve a la infancia.
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